Tuve la suerte de asistir ayer al homenaje que la Cátedra General Castaños y
la Cátedra Sánchez Mejías organizaron en honor de un torero genial, Juan
Belmonte. Me enteré de casualidad a través de twitter y gracias a la gentileza
del amigo Juan Carlos Gil, organizador del acto, pude disfrutar de una tarde
única.
Fue una velada espectacular, un auténtico derroche para los sentidos. Un
acto cultural tremendo con el rigor y seriedad que los militares saben darle a
sus cosas. No tenía idea cuando llegué ni del programa del acto ni de lo que en
el mismo iba a pasar, una pequeña sucesión de sorpresas, pues solo respondí a
la llamada de un homenaje al Pasmo de Triana. Desde que un buen amigo me
regalara un día como hoy de hace cuatro años el libro Juan Belmonte, matador de
toros de D. Manuel Chaves Nogales quedé embaucado por la personalidad arrolladora
de Belmonte. Como después comentara D. Eduardo Dávila Miura como componente de
la mesa, yo también me enamoré de Belmonte a través de ese libro.
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Foto: Vanesa Gómez (Abd de Sevilla) |
El acto en sí constó de dos partes. La primera trató de una mesa redonda
dirigida por el periodista y crítico taurino Emilio Trigo y formada por D.
Carlos Núñez, Presidente de la Unión de Criadores de Toros, Dª Marilén Barceló,
Doctora en Psicología por la Universidad Ramón Llull y el matador de toros D.
Eduardo Dávila Miura. Comenzó Emilio Trigo haciendo una magnifica semblanza de
quien fue Juan Belmonte en el mundo de los toros, así como ilustró a los
presentes con los detalles más relevantes de la vida de tan genial artista.
Tomó posteriormente la palabra Carlos Núñez para explicar cómo toreros geniales
han ido siempre acompañados de ganaderos geniales que supieron ver los cambios
que en la forma de torear se iban sucediendo. Pues fue Belmonte, quién quizás
por esas limitaciones físicas o por su genialidad, estableció las bases del
toreo moderno que conocemos hoy. Dávila con su gracia natural y simpatía
expresó lo que ha sido Belmonte para él como torero que es y deleito a los
presentes con fantásticas anécdotas que habían llegado hasta él, pues no
conoció al Pasmo, a través de Espartaco padre y taurinos allegados. Anécdotas
de hombre único.
La velada estaba siendo un verdadero gozo para los asistentes y saltó al
estrado Dª Marilén Barceló para realizar una exposición soberbia desde el punto
de vista psicológico de Juan Belmonte. Indagó en lo más profundo del artista,
en su personalidad, en el gran tormento del hombre, la muerte. Analizó las
motivaciones que llevarían a Juan a poner fin a su vida, que no serían
otras que no poder vivir en él, es decir, torear, montar a caballo y lo que más
le gustaba acosar y derribar reses pues su enfermedad ya no se lo permitía. Y
él siempre quiso ser dueño de su propio destino.
Una velada apasionante que tendría como colofón a tres artistas en el
escenario Manuel Herrera a la guitarra, Juan Carlos Gil que recitaría unas
bellas y toreras poesías y la cantaora onubense Rocío Márquez que demostró por
varios palos porqué es considerada entre las mejores voces del flamenco actual.
El cuerpo se erguía del asiento estremecido por el arte derrochado en el salón
de actos de Capitanía General. Un verdadero disfrute para los sentidos.
Fue una tarde mágica de las que no se olvidan, que hacen que uno salga a la
calle toreando y cantando como después de una gran tarde de toros. Actos como
el de ayer son manifestaciones latentes de la cultura española y que no se
llevarían a cabo si un hombre cabal no se hubiera jugado la vida delante de una
fiera para crear arte.
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