Articulo publicado en el espcial 2014 de Colombinas del diario Huelva Información.
Está siendo un año complicado para el torero
extremeño, pues aunque el paisaje es infinitamente mejor, algunos pinchazos y
curvas sinuosas le han impedido estar anunciado en las principales plazas del
país, excepto Sevilla, cuya invitación declinó gustosamente. Es Huelva una
ciudad sin peajes y llega Alejandro Talavante al coso de La Merced, convencido
de que la felicidad no está en el triunfo sino en la manera de conseguirlo.
El toreo, como toda expresión artística, se
encuentra en constante evolución desde que el primer hombre se pusiera ante un
toro a fin de sortearlo. Sin embargo, estas distintas evoluciones no han sido
enmarcadas, o clasificadas por alguna etapa o corriente artística como si
ocurre con la pintura, por ejemplo, sino por el precursor de burlar la
embestida del toro de una manera diferente y emocionante a la vez. Es Talavante
un torero capaz de beber de las fuentes de los más influyentes y
revolucionarios matadores, intentando aunar en su personalidad un toreo
distinto capaz de emocionar al que se encuentra en el tendido como a sí mismo.
No es la misma forma de interpretar el toreo la que
veremos en Alejandro a los pies del cabezo el próximo día uno de agosto, que el
que le aupó en hombros de las gentes de Madrid cuando era un tímido novillero. Alejado
ya de la quietud y el espanto, busca este nuevo Talavante un toreo más hondo,
cimentado en su portentoso natural. Imbuido en esa lucha de los líderes del
escalafón por encontrar el muletazo más largo, ha vuelto a preocuparse por la
estética del trazo y la composición de la figura antes desgarbada, ahora firme
y elegante. Destacado muletero, ha descubierto por esas carreteras que se
acercan a La Puebla cuán placentero es lancear a la verónica al burel, más
incluso que el natural infinito tan deseado en esta época. Y es que la libertad
da descanso al alma, hace que el hombre busque en su interior las verdaderas
herramientas que lo hacen feliz y ansía poder compartirlo con los demás.
Es Talavante un torero que pasa entre el público
aficionado por apático, que está pero no está. Indiferente a lo que ocurre en
el ruedo y al toro. Que nada le afecta. Sin embargo, tengo la sensación de que
es todo lo contrario. Le pesa mucho la responsabilidad así como su toreo
depende en un alto grado de su estado de ánimo, sus preocupaciones y sus
alegrías. Del mismo modo que se transmite una posible apatía cuando un toro le
entrega sus embestidas, cuando siente capaz de imponer la razón humana al
instinto animal, cuando de esa unión hombre toro fluye la magia del toreo, se
vacía, se inhibe de todo lo que se encuentra alrededor dejando llevarse el
también por sus telas. Tal vez una tanda, una verónica o un natural son
solamente necesarios para que Talavante alcance su plenitud taurómaca delante
del toro.
En la previa de la partida del viaje a lo
desconocido llega Alejandro Talavante a Huelva buscando que un toro de José
Luis Pereda sea su navío y los onubenses el viento que lo empuje a lograr la
emoción que su toreo es capaz de crear. Es Huelva punto de partida de grandes
viajes y lo será de este nuevo torero en busca de sí mismo.