La muerte, cuando
viene lo hace para decirnos a los demás que estamos vivos. La muerte, no pide permiso, es inoportuna, mal
educada e indiscreta. Abre de par en par puertas y ventanas y entra en
estampida a por aquello que cree que es suyo, que le pertenece.
La muerte es un
escalofrío, es un pellizco en el fondo del alma. Enciende de golpe el interruptor
que proyecta la película de tu vida, para que busques imágenes que sirvan de despedida, porque nunca dice cuando vendrá.
La muerte se cree
capaz de derrocar los cimientos más grandes que hacen al hombre permanecer en
la tierra, su Fé. Pero no es así, no tiene tanto poder. La muerte no es el
final.
Hay un lugar
mejor que este mundo. El paraíso tiene que ser muy parecido a esa marisma que
frecuentabas a lomos de un caballo. Desde allí seguirás siendo parte de tu
familia, de tu clan, pues seguirás viviendo en ellos y en todos los que tuvieron
la suerte de conocerte.
La muerte ha
abierto esta madrugada las ventanas de mi alma y un escalofrío ha recorrido mi
cuerpo para llevarse a un amigo, más que
eso, parte de mi familia. Esa familia a la que no te une la sangre, si no el cariño,
el amor, el trato, la confianza, valores que unen más que el primero.
Nunca se está
preparado para noticias así. Noticias que hacen despertar a los vivos, que nos llaman a
disfrutar con intensidad del tiempo que estemos aquí y a luchar por la memoria
de los que no están, que su mensaje y manera de actuar siempre quede presente.Gracias por haber formado parte de mi vida. Hay un camino, una noche estrellada, que no podré olvidar nunca.
Descansa en paz
Antonio, queda mucho camino por andar, porque la muerte no es el final.