miércoles, 3 de junio de 2015

Un Camino en hermandad

Hay muchos mitos sobre El Rocío, sus hermandades y los caminos de cada una. Hay mucha palabrería del que habla sin conocer. Comentarios baratos que hacen que formemos nuestra propia visión de las cosas en base únicamente a percepciones o prejuicios ajenos. He aquí al primero.

Al llegar Pentecostés daba por concluida una etapa de cambio y transición muy importante en mi vida. Y del mismo modo lo hacia mi hermano al volver de su periplo europeo. Semejantes efemérides necesitaban de un colofón importante, de hacer algo distinto, algo que llenará nuestra alma de auténtico Espíritu Santo para recargar el depósito en esta nueva etapa. Por tanto, acordamos que tras aterrizar en Sevilla en la noche del miércoles antes de Pentecostés, a la mañana siguiente, partiríamos desde allí mismo, dirección al Rocío sin más intendencia que lo cupiera en una mochila.

Y así fue, en la mañana del jueves salíamos con nuestra más sincera Hermandad, que no es más que la que formamos los dos con el resto de nuestra familia. Sin mapas, con algo de agua, algo de pan y algo de chorizo, partíamos esperanzados en encontrarnos con los nuestros al día siguiente, en el antiguo cruce de caminos donde Alfonso X, el Sabio, levantó una pequeña ermita. Discutiendo de lo divino y de lo humano fuimos recorriendo el camino sin apenas encontrarnos con peregrino alguno. El aljarafe nos mostraba su ondulada belleza repleta de olivos, sus cortijos encalados, su cielo azul y nos facilitaba la sombra necesaria para descansar y repostar. La tarde avanzaba y poco a poco nos adentrábamos en un paraje desconocido y maravilloso de pinares en la hora en el que sol cae estrepitosamente hasta el ocaso. Sin muestras de cansancio, embriagados por la ilusión de llegar a El Rocío, nos encontramos con Triana para pasar la noche.

No hay nada mejor que comprobar las cosas por uno mismo, para dejar a un lado prejuicios y clichés. Triana es una misa en medio de un pinar abarrotado de peregrinos, Triana es gente amable y generosa que te ofrece lo que tiene, Triana es una homilía que te llena de Rocío, Triana es dormirse pronto que queda mucho por andar. Triana no es lo que pintan en la telebasura. No ha habido aun un medio de comunicación capaz de demostrar al mundo lo que es el Rocío verdaderamente y es que, como dijo Rafael de Paula, "el Espíritu Santo no sale por la tele".

Tras dormir al raso al cobijo de la Osa Mayor y la carreta del Simpecado, vuelta al caminar cuando aún el Sol no había alcanzado altura suficiente para calentar nuestros huesos. Una marea de peregrinos se sumergía en el Quema para aupar a su carreta hacia la otra orilla entre cantes y vítores. Y volvíamos a retomar el camino de nuestra hermandad fraterna y peregrina dejando atrás la más antigua de Sevilla para seguir con nuestra ruta.

Mirando el reloj constantemente e imaginando por donde irían nuestra familia y paisanos de La Palma avanzamos hacía Villamanrique para buscar la Raya Real, la autopista onubense de tantas hermandades hacía la aldea almonteña. Y en esa vía ya nunca más fuimos solos, embebidos en la arena  se encontraban por todas partes manriqueños en su peregrinar alegre, ofreciendo bebidas y viandas a todos los que pasaban por su lado.

Adelantando hermandades Alcalá, Villamanrique, Utrera, Dos Hermanas, Bormujos fuimos poco a poco descubriendo miles de maneras de caminar y compartir, mientras, se avanza hacía el encuentro de la Virgen. Es sorprendente la personalidad abrumadora de cada Hermandad, de cada pueblo. Para un palmerino, que tiene tan cerca el Rocío y que en apenas 14 horas hace el camino, es impresionante la preparación que requiere un camino de varios días. Gracias a la hospitalidad de unos amigos de Bormujos comimos caliente, un rico guiso, y recargamos las pilas para el último tirón.

Al dejar Palacio tres águilas reales nos acompañaron durante nuestro andar hasta llegar al lugar donde se ven todas las carretas. Desde la Venta Mauro el camino era familiar, lo descubrí una noche de verano en la que se cumplieron promesas y se sellaron lazos, era quizás una necesidad recorrerlo otra vez, ésta a plena luz, más que un capricho. Había que llegar al Rocío por allí, si  no era por los Llanos. Gines, Carrión y Tocina fueron las últimas hermandades que descubrimos. Ya estábamos ahí, nos sentíamos satisfechos, sin embargo ni mucho menos pletóricos. Contentos  por haber elegido la manera y el cómo de llegar al encuentro, ir a verla era una necesidad.

Pero El Rocío es ir en familia, es salir todos y llegar todos. Éramos los primeros, pero no estábamos todos, por eso esta historia no tendría su final hasta que aparecieran acompañando a nuestra hermandad, nuestros padres, nuestra hermana y todos los amigos que fieles a la tradición venían al Rocío por el mismo camino que las gentes de La Palma desde hace más de cuatrocientos años.


Ahora sí, ya de anochecida, aparecía La Palma con nuestra familia entre la turba arropando a la Carreta, haciendo de la calle Villamanrique, una calle de Jerusalem. Despacio, al paso de los bueyes, los animales que nos acercan a Dios, entre besos y abrazos a los nuestros fuimos concluyendo un camino que ha sido un hito en nuestras vidas. Un punto y seguido justo en el momento en el que empiezan a escribirse los capítulos más trascendentales de nuestra existencia.